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12/12/15
11/12/15
6/12/15
Tu zona de confort podría estar convirtiéndose en tu zona de riesgo
Tu zona de confort podría estar convirtiéndose en tu zona de riesgo
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ESCRITO POR ARANTXA MORCILLO -
Según White, conocemos como zona de confort aquel estado de comportamiento en el cual la persona opera en una condición de “ansiedad neutral”, utilizando una serie decomportamientos para conseguir un nivel constante de rendimiento sin sentido del riesgo.
Dicho de otra manera, es aquella zona metafórica en la que el ser humano reside cuando se mueve constantemente en un entorno que domina. En esta zona las cosas nos resultan conocidas y cómodas, sean éstas agradables o no. Ir a la Universidad todos los días es estar en tu zona de confort, así como el trabajo diario, la vida en pareja o en familia (ya sea discutiendo o disfrutando), e incluso pasar horas en un atasco todos los días. Todo lo que conoces y te resulta cómodo, está dentro de tu zona de confort.
Más allá de nuestra zona de confort hay cosas increíbles, casi podríamos decir que mágicas, solo es cuestión de salir de nuestro rinconcito de comodidad y explorar. Alrededor de nuestra zona de confort, se encuentra nuestra zona de aprendizaje, a la que salimos para ampliar nuestra visión del mundo: cada vez que haces algo que te resulta desconocido estás visitando esta zona metafórica. Por ejemplo, cuando viajas a nuevos lugares, cuando adquieres conocimientos que hasta el momento eran desconocidos, cuando tratas con personas nuevas o haces nuevos amigos, cuando te tienes que enfrentar a una situación complicada a la que nunca antes te habías enfrenado…
Y si te sientes valiente y decides explorar más allá de tu zona de aprendizaje, llegarás a la que se denomina zona de pánico o de no experiencia, también conocida como la zona mágica, el lugar de los grandes retos, en el que oirás a menudo “eso no se puede”, “si no se ha hecho es porque es imposible”, o “cuidado no vayas a fracasar”. Pero qué más da, no merece la pena quedarse con la sensación de no haberlo intentado.
Tu zona de confort puede parecer un lugar cómodo en el que permanecer, incluso puede darte la sensación de estar haciendo todo lo necesario encontrándote dentro de ella, pero solo explorando un poco más allá podremos descubrir todas las posibilidades que tenemos a nuestro alcance.
Como dijo Neale Donald Walsch, “la vida comienza al final de tu zona de confort. Así que si te estás sintiendo incómodo ahora mismo, que sepas que el cambio que está sucediendo en tu vida es un principio, no un final”. El ser humano es incomprensible, cuando nos enfrentamos a un cambio tendemos a focalizarnos más en aquello que podríamos perder que en aquello que podríamos ganar, y que probablemente ganaremos. Con lo bonito y gratificante que es intentar algo y que funcione, y también con todo lo que te enseña intentar algo y fracasar, como por ejemplo, cómo no hacer las cosas.
Sentirnos incómodos nos asusta y nos preocupa, nos angustia y nos hace dejar pasar grandes oportunidades. Probablemente no te resultará cómodo y agradable, al menos al principio, salir de tu grupo habitual y apuntarte a un curso sobre algo que te interese en el que no conocerás a nadie.
Enfrentarnos a un grupo de personas al que no conocemos nos puede incomodar inicialmente, pero ¿vas a dejar pasar todo lo bueno que te podría aportar porque te da pereza o te agobia conocer gente nueva? Esto nos ocurre muy a menudo, ya que olvidamos todo lo que podemos aprender al relacionarnos con gente nueva, al intercambiar opiniones, al crecer explorando nuevos horizontes.
T. Harv Eker ya nos lo advertía: “Nadie ha muerto jamás de incomodidad, y, sin embargo, vivir en nombre del confort ha matado más ideas, oportunidades, acciones y crecimiento que todo lo demás junto. ¡La comodidad mata! Si tu objetivo en la vida es estar cómodo, te garantizo dos cosas: primera: jamás serás rico; segunda, jamás serás feliz.”
Aunque claro, también estarán los que piensen que cada uno encuentra la felicidad a su manera, que hay quien siguiendo en su zona de confort, es la mar de feliz. Quizás sea que en la vida existan dos tipos de personas refiriéndonos a la percepción que se tenga sobre la zona de confort: los conformistas y los ambiciosos, en el sentido bueno de la palabra.
Las personas ambiciosas para mi, son aquellas que siempre tienen ganas de más, no necesariamente en lo material, sino más bien refiriéndonos al aprendizaje, a las ganas de emprender nuevos proyectos, de empezar y acabar cosas nuevas, de conocer nuevos países, idiomas, conocimientos de diferentes ámbitos que adquiridos por una misma persona se interconectan y dan lugar a cosas maravillosas.
Sin embargo, las personas conformistas, que se anclan a su estado de comodidad en vez de echarle un poco de valor a la vida para conseguir perseguir aquello con lo que sueñan, acaban siendo personas mediocres. Personas que no se preocupan por sus verdaderas necesidades, pasiones e ilusiones, y que probablemente, tras años permaneciendo en estado de inmovilidad, como los cuerpos que no se mueven de una cama, acaban engangrenándose.
Con el paso de los años, creen no tener sueños que perseguir, pero lo único que ha pasado es que esos sueños se han quedado dormidos de tanto esperar. Como decía Thomas Edison, “no tendremos mejores condiciones en el futuro si se está satisfecho con todo aquello que tenemos en la actualidad”.
Quizás para muchos la zona de confort siga pareciendo un lugar seguro en el que quedarse viendo la vida pasar, para mi, sin embargo, hace tiempo que la zona de confort se convirtió en la zona de riesgo. La zona en la que nunca pasa nada interesante ni emocionante, en la que no se aprende nada nuevo, y en la que me voy a la cama sin esa sensación de haberlo dado todo y de ansiar que sea mañana para seguir dando más. Definitivamente, esa zona no es para mi, y seguro que tampoco lo es para muchos de vosotros.
Y por si aún no he conseguido convenceros de lo importante que es salir de nuestra zona de confort, aunque solo sea de vez en cuando, aquí os dejo este inspirador y motivador vídeo en el que se habla sobre ello de una manera muy entretenida: https://www.youtube.com/watch?v=i07qz_6Mk7g
Y vosotros, ¿os atreveréis a soñar?
Imagen cortesía de iStock
5/12/15
30/11/15
27/11/15
David Allen, el rockstar de la productividad: culto al GTD y su libro Organízate con Eficacia
David Allen, el rockstar de la productividad: culto al GTD y su libro Organízate con Eficacia
http://www.sintetia.com/david-allen-el-rockstar-de-la-productividad-culto-al-gtd-y-su-libro-organizate-con-eficacia/ JAVIER GARCÍA
Efectivamente, cuando hablamos de productividad personal hoy ya casi nadie duda de que uno de los métodos que impera es el GTD –del inglés Getting Things Done-. Su impulsor, David Allen, toda una personalidad que ha centrado su vida profesional en cómo lograr un método eficaz, que perdure –a pesar de los cambios tecnológicos- y que nos libere del estrés haciendo. Su fama es mundial y cada vez son más y más compañías y personas de todo el mundo que usan sus técnicas. Y es que la productividad de cada uno de nosotros es un tema crucial. Sufrimos de estrés en muchos ámbitos de nuestra vida, no sólo el profesional. Nadie nos enseñó cómo organizarnos bien, a priorizar, a lograr tomar el volante de nuestras vidas y no invadirnos por las circunstancias. Las organizaciones están en proceso continuo de transformación, para innovar hace falta algo más que dinero; para lograr los objetivos no sólo es suficiente con identificarlos…hay que hacer, hay priorizar, hay que asignar recursos, hay que decir NO a muchas cosas para decir sí a otras.
Hoy queremos hacer un culto a David Allen y a su libro (en español) ‘Organízate con Eficacia’, porque se acaba de re-editar en España de la mano de Empresa Activa. Desde finales de los 90 y principios de los 2000 han cambiando muchas cosas, pero el libro y sus métodos perduran.
Para este culto hemos llamado a 6 amigos de Sintetia, que son precisamente expertos en los trabajos, la difusión y la formación en GTD para que nos expliquen sus claves. Hemos tenido una conversación en torno a unas cuentas preguntas, y este artículo es el resultado.
Hemos hablado, como no, con nuestro amigo y colaborador José Miguel Bolívar(@jmbolivar) , toda una referencia en España en materia de GTD, impulsor del OPTIMA LAB que integra a varios de los miembros de esta conversación. José Miguel también es autor de «Productividad Personal: Aprende a liberarte del estrés con GTD» y representante oficial de la David Allen Company en España. También contamos con la colaboración de David Torné (@davidtorne), un profesional especializado en software que siempre nos ha contado cómo con esta metodología se puede transformar nuestras vidas. También hablamos con Paz Garde (@pazgarde) , una consultora que ayuda a otras personas a que usen el GTD como un mecanismo para liberarnos del estrés haciendo; Jerónimo Sánchez (@jeronimosanchez) también consultor, fue impulsor de los primeros blogs en español sobre efectividad y GTD. Actualmente se encuentra en proceso de certificación con la David Allen Company para convertirse en el primer Máster Trainer de GTD en España. Otros dos expertos en productividad personal con los que hemos hablado han sido Daniel Aguayo (@daguayo) y Antonio José Masiá(@ajmasia).
:: Lanzo a la mesa una primera pregunta que me interesa mucho: ¿Recordáis cómo llegasteis a los trabajos de David Allen?
JM Bolivar: En mi caso, fue a principios de 2005, a través de una newsletter de un software que usaba para trabajar. En ella anunciaban el lanzamiento de un add-in que permitía implantar la «popular» metodología «Getting Things Done» con el software que yo usaba y, además, te regalaban los dos primeros capítulos del libro en PDF si descargabas la versión de prueba, cosa que evidentemente hice. A partir de ahí, no paré hasta dar con el libro completo, primero en inglés y finalmente en español.
Paz Garde: Gracias a todo lo que avanzó José Miguel, mi marido, empecé a entender las normas del método como ver sus beneficios, así que el día que sentí que necesitaba organizarme mejor, para poder hacer las cosas que quería hacer, me acerqué a mi librería, empecé a leer los libros de David Allen y a consultar a la hora de la cena las dudas que me iban surgiendo.
Jerónimo Sánchez: En mi caso, siempre me había considerado una persona organizada, pero en épocas de mucho trabajo sentía que perdía el control muy fácilmente, y cuando no había crisis, vivía con la sensación permanente de que podía ser mucho más eficiente de lo que era. Fruto de esta inquietud, pasaba mucho tiempo probando todos los trucos y herramientas que pasaban por mis manos, pero ninguno terminaba de cuajar. Un día, por casualidad, encontré el libro de David Allen en una conocida librería de México, donde residía en aquel entonces. No tardé mucho en darme cuenta de que lo que contaba tenía mucho sentido, y podía ayudarme de una vez por todas a dar el salto que necesitaba en cuanto a mi nivel de control y eficiencia personal.
:: ¿Consideráis que este libro cambió vuestras vidas? ¿Por qué?
JM Bolivar: Sí, por completo. Por primera vez me hizo sentir completamente «al volante» de mi vida, siendo yo quién decidía en lugar de ser los otros y las circunstancias quienes lo hicieran por mí. La lectura del libro se tradujo en una firme determinación por aprender hasta dominar la metodología, desde el convencimiento de que era un paso indispensable en el camino hacia una vida mejor.
Daniel Aguayo: Estoy totalmente. Cuando lo conocí vivía un momento de cierta desorientación personal, y aplicar la metodología me ayudó tanto a clarificar mis objetivos como a empezar a seguirlos.
Antonio José Masiá: En mi caso, sin duda marcó una diferencia clara para mó respecto a todo lo que había leído e incluso probado en aquel momento. Comenzar a poner en práctica aquellos principios que se explicaban en el libro me permitió, tal y como explica el propio David Allen, pasar de preocuparme por mi situación a ocuparme de ella, y sin duda esto lo cambio todo.
:: ¿Cuáles fueron las 3 primeras cosas que hicisteis tras decidir profundizar en GTD?
JM Bolivar: Lo primero, leerme varias veces el libro de David Allen, la primera para ver de qué iba y el resto para ir marcando páginas y tomando notas. Lo segundo, comprarme el famoso add-in para implantar GTD. Es la herramienta que sigo usando hoy día. La tercera fue empezar a aplicarlo, por supuesto «tuneándolo» para ajustarlo a «mis necesidades», gracias a lo cuál pude experimentar mi primera «caída del carro» pocas semanas después.
Jerónimo Sánchez: La primera cosa que intenté fue “mejorarlo”. Quise buscar atajos que me permitieran llegar lo antes posible. Ni que decir tiene que todos mis intentos de “simplificar“ GTD fracasaron estrepitosamente, y aunque quiero pensar que aprendí algo, me hubiera gustado ser un poco más humilde desde el principio… me hubiera ahorrado mucho tiempo.
La segunda cosa que intenté fue encontrar la herramienta ideal para implementar GTD… ¡nuevo error! Afortunadamente, aunque hubiera preferido darme cuenta antes, terminé por entender que GTD no va de herramientas, sino de hábitos.
Cuando descubrí el potencial de GTD para mejorar la vida de las personas, finalmente decidí compartir mi experiencia y descubrimientos con todo el mundo, y empecé a escribir un blog. Al día de hoy, sigo compartiendo lo que sé en mi blog, y me estoy preparando para convertirme en GTD Master Trainer con la intención de facilitar el acceso a la formación oficial de la David Allen Co. en España y donde se me requiera.
David Torné: En mi caso, después de un inicio errático donde obtuve los primeros beneficios de forma algo superficial empecé a implantar los hábitos de forma gradual pero consistente, dedicando periodos de tiempo y atención exclusiva a poner en práctica cada uno de ellos: Recopilar, procesar, organizar, revisar y hacer.
Después empecé a revisar mi actividad de la forma que recomienda David Allen, sin florituras, como una manera de mantener el sistema, realizando una serie de actividades que permitan seguir confiando en tu GTD. Eso me enseñó el valor de la burocracia o el significado de burocracia necesaria.
Y, en tercer lugar, traté de reflejar mi proceso de aprendizaje en mi página web, lo que me permitió obtener feedback de expertos en el tema y de los lectores que compartían conmigo sus experiencias
:: ¿En qué consiste el GTD?
JM Bolivar: GTD es un sistema de hábitos orientados a mejorar tu eficiencia personal y eliminar el estrés. De forma muy resumida consiste en dejar de usar tu cabeza como gestor de recordatorios, separar el proceso de toma de decisiones de la ejecución de tareas, organizar las cosas en función de su significado y utilidad y revisar a distintos niveles y con distintas frecuencias para tener la confianza en todo momento de estar haciendo lo que tienes que estar haciendo y no cualquier otra cosa.
David Torné: Añadiría que es un sistema para conseguir el control de nuestra actividad y la perspectiva de nuestra acción. Para ello se basa en externalizar todo asunto relacionado con nuestra actividad a través de su registro y recopilación para después aclarar cada uno de los asuntos transformándolo en actividad realizable, organizándolo en un sistema de listas según su estado. El sistema se compone de 5 pasos (recopilar, procesar, organizar, revisar y hacer) presentes ya en la actividad de todos pero a los cuales se les presta atención y dedicación especifica.
:: Han pasado muchas cosas desde la primera versión del libro de Allen que ahora se reedita:
1.- ¿Qué novedades consideráis que son claves en este tiempo?
JM Bolivar: El ritmo al que llegan inputs a nuestro radar sigue creciendo de forma exponencial, lo que hace que los niveles de estrés sean cada vez mayores y estén más generalizados. Por otra parte, los entornos VUCA (Volátiles, Inciertos, Complejos y Ambiguos) en los que nos movemos hacen que la planificación, tanto de tareas como de proyectos, haya pasado de ser un hábito productivo a una causa más de estrés, en la medida que las prioridades cambian constantemente. Por último, el trabajo del conocimiento ocupa cada vez una posición más predominante frente al trabajo manual y la mayoría de los profesionales aún no ha sido entrenada en el desarrollo de las competencias de las que depende la productividad en este nuevo tipo de trabajo.
David Aguayo: estoy de acuerdo, pero la reedición del libro ha sido un acierto porque los ejemplos prácticos de la primera versión se estaban quedando obsoletos, y para conectar con el nuevo público es importante haber dejado atrás los años de las PDA e Internet como rareza.
Jerónimo Sánchez: Desde luego, la tecnología tiene ahora una presencia mucho mayor en todo tipo de actividades. Pero la novedad más importante es el surgimiento de una nueva mentalidad a la hora de afrontar la vida y el trabajo: la mentalidad knowmad, o de los nómadas del conocimiento. GTD tiene ahora aún más que decir para un montón de nuevos profesionales que deben aprender a trabajar de manera autónoma, para muchos clientes al mismo tiempo, utilizando su conocimiento de maneras cada vez más creativas.
:: ¿Cómo se conecta GTD con la tecnología?
JM Bolivar: GTD es un método basado en hábitos y, como tal, es independiente de la tecnología. Su utilidad será mucha o poca en función del dominio de los hábitos, tanto si se emplea una herramienta básica en papel como la tecnología más sofisticada. Aunque buscar la «herramienta perfecta para GTD» es un error común, la herramienta más potente para cualquier tipo de productividad personal se sigue llamando persona, no tecnología.
David Torné: Cierto, a pesar de los profundos cambios tecnológicos lo que importa son las pautas utilizadas para gestionar los asuntos que de él se deriven. Dichas pautas siguen siendo válidas para recopilar, procesar/aclarar y organizar todo lo que nos llegue por mail, Smartphone o otros medios conectados a la red. Los principios son los mismos.
Antonio José Masiá: Cierto, pero el aumento de la capacidad de acceso a la información y por tanto, la posibilidad cada vez mayor de hacer más cosas, está acentuando la necesidad de aprender a tomar buenas decisiones y a gestionar nuestra atención de forma adecuada. Es por ello que la efectividad pasa a convertirse en una competencia clave en nuestros días.
:: En este sentido ¿Cómo lucha GTD ante una de las epidemias de nuestro tiempo, la infoxicación?
David Aguayo: Uno de los principios de GTD es el de que estamos rodeados de “cosas”, a las que realmente no podemos llamar información sin saber si nos son útiles. Parte del sistema GTD consiste en tener bajo control esos flujos de “cosas” y clarificar su valor, esto es, discernir si nos son útiles y las conservamos, o por el contrario son ruido y las hemos de descartar. De esta forma, filtramos la cantidad real de información que nos llega y nos liberamos del estrés que de otra forma nos generaría enfrentarnos a tanta información.
David Torné: podemos pautar nuestra reacción a esta infotoxicación frente a nuevos inputs aplicando la premisa de ‘dejarlo para después’. Frente a cada nueva entrada recopilamos ‘lo nuevo’ centrando la atención en lo que hacemos para después procesar y tomar una decisión al respecto, programando una respuesta/acción, dejándolo sin prioridad o desestimándolo. No tenemos la necesidad de desgastar nuestra energía y atención en cada nuevo input que llega, maximizando los recursos que dedicamos a hacer.
JM Bolivar: pensemos que GTD te proporciona un entorno de confianza para saber a qué tienes que prestar atención y a qué no en cada momento, lo que se traduce en un incalculable valor a la hora de eliminar el ruido y la infoxicación de nuestro entorno.
:: ¿Cómo recomendaríais que leyera este libro una persona que no sabe nada de GTD ni de David Allen?
Paz Garde: Le recomendaría que tratara de olvidar, o de dejar al margen, todo lo que sabe, o cree saber, sobre productividad personal antes de leer el libro, para evitar interpretar de forma incorrecta las palabras de David Allen. Además, le recomendaría que lo leyera con calma y con paciencia. David Allen no tiene una forma particularmente amena de escribir.
JM Bolivar: Si, por eso es importante leerlo con la mente abierta, sin prejuicios e intentando olvidar lo que ya sabe. Un error habitual es «interpretar» lo que dice Allen en lugar de «entender» lo que dice Allen, y eso hace que luego el intento de aplicación de la metodología resulte frustrante. En mi experiencia, el reto de aprender GTD no es tanto aprender como desaprender.
Antonio José Masiá: Por esta razón yo, en primer lugar, recomendaría hacer una primera lectura rápida para que se fuese familiarizando con la filosofía de la metodología y en posteriores lecturas ir desgranando cada uno de los conceptos clave y de esta forma poder ir interiorizando mediante la puesta en práctica.
:: Por último, elergirnos 3 frases, o tres enseñanzas o sentencias que usas a menudo como gran profesional del mundo de la productividad personal:
JM Bolivar:
“No existen las interrupciones, solo inputs mal gestionados” (David Allen).
“Priorizar es muy fácil; todo el mundo lo hace. Lo verdaderamente difícil es posteriorizar, es decir, decidir qué no hacer y permanecer fieles a esa decisión” (Peter Drucker).
«Tiempo puede que falte o puede que no; lo que falta, sin duda, es foco» (JM Bolívar).
David Aguayo:
“La mente no tiene una segunda mente: si tienes una idea, si algo te parece importante, captúralo y más tarde decide qué hacer con ello; si intentas recordarlo hasta un momento más propicio probablemente lo olvidarás”. (David Allen)
“En el trabajo del conocimiento, lo que es importante o urgente ahora puede no serlo en unos minutos. Por tanto, no decidas las prioridades por adelantado”. (David Allen)
“El tiempo no es un recurso sino una circunstancia. Por eso hemos de escoger el trabajo en cada momento según las circunstancias actuales, incluido el tiempo disponible”.
Paz Garde:
Me gusta una frase del Dr House: “El tiempo lo cambia todo, eso es lo que dice la gente, pero no es verdad. Hacer cosas cambia las cosas; no hacer nada deja las cosas exactamente como están”.
“Si quieres obtener resultados diferentes tendrás que hacer cosas diferentes”, inspirada en la famosa frase de Einstein.
Y, por último: «Tu mente es para tener ideas, no para almacenarlas», de David Allen.
Jerónimo Sánchez:
“Olvídate de las herramientas y enfócate en los hábitos”.
“La esencia de la productividad personal no es hacer, sino posponer”
“No puedes gestionar el tiempo, solo tu atención”
David Torné:
“No son las herramientas sino los hábitos”.
“No se trata de hacer sino de saber qué hacer y qué no hacer”
“Nos vemos obligados a revisar o reflexionar sobre nuestra actividad para ordenarla y mantener su consistencia”
Antonio José Masiá:
“Construir es la oportunidad de aprender mediante la combinación de ideas, para obtener resultados con sentido e identidad diversa”.
“Enfriar tu pensamiento te ayuda a realizar una eficiente gestión de tu atención e iniciar un proceso de toma de decisiones consciente y reflexivo para definir tu trabajo”.
“La lentitud te da precisión y la precisión te da rapidez”.
Publicado por Hijos de los Sueños en 18:40
16/11/15
LOS HÁBITOS, CLAVE DEL APRENDIZAJE
LOS HÁBITOS, CLAVE DEL APRENDIZAJE
Mediante el aprendizaje construimos nuestra memoria y, a partir de ella, pensamos, actuamos, sentimos, inventamos. Hay una memoria declarativa y una memoria implícita. Aquella conserva información biográfica (acontecimientos de nuestra vida) e información semántica (palabras, hechos, imágenes, etc.) que podemos recuperar. La memoria implícita o no declarativa conserva los procedimientos, las habilidades, los procesos. Gracias a la memoria explícita recuerdo de qué color era mi primera bicicleta. Gracias a la memoria implícita, continúo sabiendo montar en bicicleta. Sin embargo, cada vez se va reduciendo más la diferencia entre ambos tipos de memoria. “Hablar de memoria es una cosificación”, dice Rose, “es convertir un proceso en una cosa. Lo que conecta a las neuronas es su participación conjunta en una actividad concreta dirigida a un objetivo y las neuronas no son lugares pasivos o estables que simplemente representan el mundo exterior” (Rose, 2008). Puesto que por debajo de cualquier recuerdo hay siempre una actividad neuronal, podemos afirmar que un “procedimiento implícito” precede a cualquier representación. Esto permite ampliar a toda la memoria la noción de “hábito”, que solía reservarse sólo para el aprendizaje de procesos, métodos, actividades, competencias. “Toda nuestra vida en cuanto a su forma definida no es más que un conjunto de hábitos”, escribió William James en 1892. Los investigadores de la Universidad de Duke han estimado que más del 40% de las acciones que realizan las personas cada día no son decisiones de ese momento sino hábitos (Verplanken y Wood, 2006, Neal, Wood y Quinn, 2006).
La metáfora de la memoria como un almacén estático o un archivo en cuyos cajoncitos introducimos la información, está siendo sustituida por una imagen mucho más dinámica, la de un conjunto de “esquemas” activos, que recogen, guardan y producen información. Los esquemas pueden ser motores(agarrar, saltar, andar, jugar al tenis), perceptivos (las imágenes guardadas en la memoria, los modelos perceptivos que me permiten interpretar el estímulo recibido), intelectuales, que incluyen conceptos, creencias, sistema de ideas, procedimientoscognitivos, procesos de pensamiento, etc.). Pierre Bourdieu ha aplicado el concepto de “hábito” a la sociología, definiéndolo como “el conjunto de esquemas generativos a partir de los cuales los sujetos perciben el mundo y actúan sobre él”. Considera a estos esquemas “estructuras estructuradas y estructurantes” (Bourdieu, 1996).
No solo las reglas según las cuales el cerebro procesa la información, sino también los conocimientos que el cerebro posee, residen en su arquitectura funcional. De ello se sigue que los patrones de conectividad del cerebro contienen información, y que cualquier aprendizaje, es decir, la modificación de los programas de computación y del conocimiento almacenado, tiene que ocurrir a través de cambios duraderos de su arquitectura funcional. Por lo tanto, buscar las fuentes del conocimiento es equivalente a buscar los procesos que especifican y modifican la arquitectura funcional del cerebro (Singer, 2005).
Los hábitos son, pues, esquemas mentales estables, aprendidos por repetición de actos, que facilitan y automatizan las operaciones mentales cognitivas, afectivas, ejecutivas o motoras. Fueron el centro de la educación durante siglos. Para Aristóteles constituían el carácter, la segunda naturaleza. Podían ser buenos (virtudes) o malos (vicios). Se adquieren por entrenamiento. Cuando un jugador de tenis se entrena repite muchas veces un movimiento, pero no de la misma manera. Va afinando su respuesta, perfeccionando el movimiento, adquiriendo mayor resistencia y, sobre todo, la va automatizando, de manera que durante el juego su atención queda libre para ocuparse de otra cosa. La automatización de comportamientos complejos es uno de los grandes recursos de nuestra inteligencia. Como señaló el gran filósofo y matemático Whitehead, “la civilización avanza en proporción al número de operaciones que la gente puede hacer sin pensar en ellas”. La educación es, en último término, la adquisición de hábitos, lo que confirma la validez del modelo que utilizamos en los programas educativos de la UP. Como he explicado en esta serie de artículos, dividimos la inteligencia en dos niveles funcionales: inteligencia generadora (que actúa de manera no consciente) e inteligencia ejecutiva (que dirige la acción a partir de la experiencia consciente). Pues bien, ambas funciones mejoran su eficacia gracias a la adquisición de hábitos, sean generadores o ejecutivos. Podemos mejorar las ocurrencias de un niño si conseguimos que adquiera el hábito de producir buenas ocurrencias. Podemos conseguir que tenga mejores respuestas emocionales, si logramos que adquiera hábitos emocionales adecuados. Y podemos mejorar sus funciones ejecutivas mediante el fomento de las virtudes de la acción.
En los últimos años, la neurociencia y la psicología se han interesado mucho por el tema de los hábitos, de cómo se adquieren y de cómo pueden cambiarse. Las investigaciones de Larry Squire han mostrado que el cerebro tiende a formar hábitos para ahorrar esfuerzos. Al observar cómo una rata aprendía a encontrar un cebo en un laberinto vieron que al principio los ganglios basales trabajaban mucho y, luego, cuando la rata conocía la trayectoria, su actividad disminuía. Si dejamos que utilice sus mecanismos, el cerebro intentará convertir casi todas las rutinas en un hábito, porque así ahorra energía. La capacidad de adquirir hábitos complejos se mantiene incluso en personas que sufren grandes daños en su memoria. También sabemos que los mecanismos subconscientes del hábito influyen en infinidad de decisiones que parecen ser fruto de un pensamiento bien razonado pero que, en realidad, están bajo la influencia de impulsos que la mayoría de nosotros apenas conocemos o comprendemos. (Knowlton, Mangels y Esquire, 1996, Bayley, Frascino y Squire, 2005). Daniel Kahnemann distingue dos sistemas en el cerebro. El sistema 1 actúa automáticamente, mientras que el número 2 se halla siempre en un confortable modo de mínimo esfuerzo en el que sólo emplea una pequeña parte de su capacidad. Cuando el sistema 1 se encuentra en dificultad, pide al sistema 2 que le proporcione una solución más detallada (Kahnemann, 2012).
La neurología del hábito nos proporciona datos interesantes. La repetición establece una rutina que se desencadena al aparecer una señal, y que permite alcanzar un premio que actúa como reforzador. El concepto de hábito es análogo al concepto de “modelado” en la psicología conductista. Cuando hablamos de “adquisición de una conducta” estamos re – riéndonos al establecimiento de un hábito. En este caso, el electroencefalograma presenta dos picos y un valle. El primer pico es el momento en que el cerebro decide entregar la acción a un hábito; el segundo, cuando consigue la recompensa. Cuando el hábito se ha establecido, la señal y la recompensa se superponen, produciendo un fuerte sentimiento de deseo y de expectación. Eso es lo que da fuerza al hábito (Schultz, 2006). “Los hábitos especialmente fuertes producen reacciones similares a las adicciones, de modo que desear se convierte en un ansia obsesiva que puede obligar a nuestro cerebro a poner el piloto automático incluso en presencia de fuertes factores disuasorios como perder la reputación en el trabajo, el hogar o la familia” (Robinson y Berridge, 1993). Los hábitos establecen rutinas estables. Estas rutinas neurológicas pueden referirse a aspectoscognitivos (el experto tiene mejor memoria para los datos de su especialidad), emocionales (los hábitos afectivos determinan las respuestas emocionales), ejecutivos (la perseverancia, la voluntad, el mantenimiento de las metas, las virtudes morales) ymotores (las habilidades físicas). El conjunto de esos hábitos es lo que denomino “personalidad aprendida” (Marina, 2010).
Ante la importancia educativa que damos a los automatismos conseguidos a través de los hábitos puede elevarse una seria objeción. El hábito o los automatismos limitan la libertad, son el triunfo de la inercia y la rutina. Si queremos educar personas libres, tendremos que eliminar los hábitos e instaurar laespontaneidad. Este asunto ha sido tema de debate continuo, sobre todo en la filosofía y la psicológica francesa. Según Rousseau, “el único hábito que se debe inculcar a un niño es el de no adquirir ninguno”. Los hábitos pueden fijar mi vida afectiva y mi vida intelectual. Para los psicoanalistas, las neurosis son hábitos mórbidos. Psicoanalizando las facultades intelectuales, Bachelard denuncia el factor de inercia que hace que una idea nos parezca evidente cuando es muy familiar. Kahneman también ha estudiado el peligro de los sesgos cognitivos que provoca la familiaridad. El hábito constituye un “obstáculo epistemológico” temible. “Los grandes sabios –comenta Bachelard– son útiles a la ciencia en la primera mitad de su vida, y perjudiciales en su segunda mitad”. Einstein afirmaba que Faraday debía parte de su genio a la insuficiencia de sus conocimientos escolares. Su potencia de intuición no había sido paralizada por los hábitos intelectuales que se adquieren durante la formación universitaria.
Pero otros tantos autores han sido tenaces críticos de esta concepción reductora del hábito. Maine de Biran distinguía entre hábitos activos y costumbres pasivas. Para Ravaisson, el hábito es el punto de encuentro del espíritu y la materia. Es una vuelta “de la libertad a la naturaleza”. En efecto, en el origen del hábito puede haber la idea de un movimiento a realizar. Así sucede en todos los que son fruto de un proyecto personal. Los movimientos de un bailarín son primero una idea en la mente del coreógrafo. La bailarina va a materializarla. La idea se convierte en cuerpo, la voluntad en naturaleza. Nuestros hábitos más comunes son automatismos que la inteligencia y la consciencia han querido, en los que se han encarnado. Cuando se ha adquirido el habito, el cuerpo cesa de ser un obstáculo, se convierte en un intérprete, un espejo, de la idea, “El cuerpo –dice Hegel– se encuentra penetrado por el alma. Se convierte en su instrumento, dejándose penetrar a la manera de un fluido”. Por el hábito poseo mi cuerpo, como indica la palabra habere (tener) de donde deriva.
El enfrentamiento de opiniones se explica porque los hábitos son ambivalentes. Pueden adquirirse involuntariamente pero, incluso si son obra de mi voluntad, esta puede ser anulada por ellos. La voluntad, si no se encarnase en hábitos precisos, solo sería un deseo impotente. Pero, al mismo tiempo, esos mismos hábitos pueden volverse contra ella porque pueden aprisionarla. Las reglas pueden convertir la moral en una rutina. El derecho puede paralizar la justicia. El hábito da un cuerpo a la creatividad, pero la rutina puede permanecer aunque la creatividad desaparezca (Huisman y Vergez, 1963).
Esta ambivalencia de los hábitos hace imprescindible elaborar desde el punto de vista educativo una “teoría integral de los hábitos”. La pedagogía se enfrenta a la necesidad de fomentar la adquisición de hábitos (Duhigg, 2012). Pero adquirir un hábito no es repetir, consolidar, sino inventar, progresar. La educación también tiene que facilitar una adecuada jerarquía de hábitos. Las acciones –escriben Shallice y Cooper– están estructuradas jerárquicamente mediante esquemas. Un esquema es activado: 1)por un estímulo exterior; 2) por un esquema de superior nivel; y 3)por la intención del agente (Shallice y Cooper, 2011). Una de las astucias de la inteligencia humana es que con esquemas elementales los puede realizar proyectos muy creadores. Es lo que he llamando “bucle prodigioso”. Las creencias son un hábito, pero el pensamiento crítico sobre las creencias o la búsqueda sistemática de novedades, también (Marina, 2012). Los hábitos son un mecanismo de la inteligencia para ampliar su e ciencia. Al automatizar las funciones, permiten realizarlas con más facilidad y menos gasto de energía. Si no tuviéramos hábitos automáticos, atarnos los zapatos nos llevaría una mañana entera. Sin embargo, para no caer en automatismos inertes, podemos adquirir hábitos flexibles, monitorizados por la inteligencia ejecutiva, que se encargará de evaluarlos, y en caso necesario intentará cambiarlos. Todas las actividades mentales se pueden convertir en hábitos. Hay un hábito de la rutina, pero también hay un hábito de la creatividad. Hay un hábito de la dependencia, pero también hay un hábito de la rebelión. El lenguaje nos sirve de ejemplo para mostrar que las conductas innovadoras tienen que basarse en automatismos muy rigurosos. Sólo cuando dominamos bien los mecanismos lingüísticos podemos intentar ser brillantes o ingeniosos hablando. “A medida que se realiza mejor un movimiento, la intención se dirige a totalidades cada vez mas vastas, y se empieza a focalizar solo en ellas; con cada progreso del hábito, las vinculaciones internas ya no exigen atención particular, se funden en la focalización global y esta se subordina a las señales y a los fines de la acción que son los únicos remarcados” (Ricoeur, 1986).
Las creencias, las destrezas, las redes de la memoria, los estilos motivacionales, los hábitos afectivos, las habilidades musculares, las virtudes y los vicios son hábitos. “Lo que sé intelectualmente –dice Ricoeur– no me está presente de manera distinta a lo que sé hacer con mi cuerpo. Por ejemplo, para leer un libro de filosofía movilizo mis hábitos intelectuales”. “El saber no es lo que pienso, sino aquello mediante lo cual pienso. Los hábitos son un potencial que sirve de punto de apoyo a la reflexión y a la voluntad para un nuevo salto” (Ricoeur 1986).
A continuación mencionaré algunos hábitos que la educación debe fomentar, y cuya metodología hemos incorporado en los programas de la UP.
Hábitos cognitivos: “El saber surge del hábito”, escribe Ricoeur. También, por lo tanto, las creencias básicas, que tanta importancia tienen en nuestras vidas. Todos elaboramos un mapa personal del mundo, a partir del cual interpretamos lo que nos sucede. Es un conjunto de creencias frecuentemente implícitas, pero que influyen en nuestra acción. “Lo que hacemos en el mundo –escribe Claxton– depende de lo que creemos que es el mundo” (Claxton, 1995). Pretendemos ayudar al niño a que configure una representación del mundo verdadera, acogedora, llena de posibilidades.
Hábitos de pensamiento: incluimos la educación de la atención, destrezas del pensamiento (capacidad de elaborar conceptos, clasificar y establecer relaciones, desplegar secuencias lógicas, hacer inferencias y deducciones, etc.), destrezas de la creatividad (generar posibilidades alternativas, combinarlas), destrezas para evaluar si una idea es razonable (evaluar la información básica, evaluar las inferencias), destrezas para resolver problemas y tomar decisiones (Swartz y cols., 2008). Cada ciencia desarrolla hábitos científicos especializados que hay que enseñar. Descartes escribe: “Me parece que sólo puede haber dos cosas requeridas para estar siempre dispuestos a juzgar bien: una es el conocimiento de la verdad, la otra el hábito que hace que uno recuerde y acceda a ese conocimiento todas las veces que se presente la ocasión”.
Hábitos afectivos: vitalidad, seguridad en sí mismo, capacidad de disfrutar con lo bueno y de soportar lo malo, optimismo, sociabilidad, resiliencia.
Hábitos ejecutivos: hemos identificado ocho funciones ejecutivas, cada una de las cuales se establecen como hábitos:
1. inhibir la respuesta para no dejarse llevar por la impulsividad
2. dirigir la atención, poder concentrarse en una tarea, y saber evitar las distracciones;
3. control emocional: la capacidad para resistir los movimientos emocionales que perturban la acción;
4. planificación y organización de metas;
5. inicio y mantenimiento de la acción. Hay niños y adultos que son muy lentos en comenzar una tarea o en mantenerla;
6. flexibilidad, es decir, la capacidad de cambiar de estrategia, de aprender cosas nuevas o de aprender de los errores;
7. manejo de la memoria de trabajo para aprovechar los conocimientos que se tienen;
8. manejo de la metacognición, que consiste en reflexionar sobre nuestro modo de pensar o de actuar, con la intención de mejorarlo (Marina, 2012).
Hábitos éticos: las investigaciones transculturales realizadas en los últimos años han mostrado que, por debajo de diferencias religiosas o ideológicas, hay una serie de virtudes valoradas en todas las sociedades: la prudencia, la fortaleza, la justicia, la solidaridad, la templanza, y un sentido de transcendencia. Todas ellas son hábitos operativos, es decir, que inclinan a la acción y la favorecen.(Petersen y Seligman, 2004).
La pedagogía del hábito se culmina en la educación del carácter. Carácter es el conjunto de hábitos adquiridos por una persona. Por ello, en la UP consideramos que la educación tiene dos aspectos fundamentales: instrucción y formación del carácter. La base teórica es un concepto de personalidad más rico que el utilizado en psicología. Ésta considera que la personalidad es el origen de los comportamientos. Nos parece más adecuado considerar que la personalidad es una creación del comportamiento, una tarea, una meta. Por ello, distinguimos entrepersonalidad heredada (temperamento), personalidad aprendida (carácter) y personalidad elegida (proyecto personal). Lo importante es que el niño adquiera un carácter rico en destrezas y competencias, a partir del cual pueda definir su propia personalidad (Ohlin, y cols., 1999, Lickona, 1991, Hernández-Sampelayo, 2007).
La educación, pues, en su sentido más profundo de ampliar los poderes de la inteligencia y la capacidad de creación del ser humano es, siempre, una adquisición de hábitos adecuados.
La metáfora de la memoria como un almacén estático o un archivo en cuyos cajoncitos introducimos la información, está siendo sustituida por una imagen mucho más dinámica, la de un conjunto de “esquemas” activos, que recogen, guardan y producen información. Los esquemas pueden ser motores(agarrar, saltar, andar, jugar al tenis), perceptivos (las imágenes guardadas en la memoria, los modelos perceptivos que me permiten interpretar el estímulo recibido), intelectuales, que incluyen conceptos, creencias, sistema de ideas, procedimientoscognitivos, procesos de pensamiento, etc.). Pierre Bourdieu ha aplicado el concepto de “hábito” a la sociología, definiéndolo como “el conjunto de esquemas generativos a partir de los cuales los sujetos perciben el mundo y actúan sobre él”. Considera a estos esquemas “estructuras estructuradas y estructurantes” (Bourdieu, 1996).
No solo las reglas según las cuales el cerebro procesa la información, sino también los conocimientos que el cerebro posee, residen en su arquitectura funcional. De ello se sigue que los patrones de conectividad del cerebro contienen información, y que cualquier aprendizaje, es decir, la modificación de los programas de computación y del conocimiento almacenado, tiene que ocurrir a través de cambios duraderos de su arquitectura funcional. Por lo tanto, buscar las fuentes del conocimiento es equivalente a buscar los procesos que especifican y modifican la arquitectura funcional del cerebro (Singer, 2005).
Los hábitos son, pues, esquemas mentales estables, aprendidos por repetición de actos, que facilitan y automatizan las operaciones mentales cognitivas, afectivas, ejecutivas o motoras. Fueron el centro de la educación durante siglos. Para Aristóteles constituían el carácter, la segunda naturaleza. Podían ser buenos (virtudes) o malos (vicios). Se adquieren por entrenamiento. Cuando un jugador de tenis se entrena repite muchas veces un movimiento, pero no de la misma manera. Va afinando su respuesta, perfeccionando el movimiento, adquiriendo mayor resistencia y, sobre todo, la va automatizando, de manera que durante el juego su atención queda libre para ocuparse de otra cosa. La automatización de comportamientos complejos es uno de los grandes recursos de nuestra inteligencia. Como señaló el gran filósofo y matemático Whitehead, “la civilización avanza en proporción al número de operaciones que la gente puede hacer sin pensar en ellas”. La educación es, en último término, la adquisición de hábitos, lo que confirma la validez del modelo que utilizamos en los programas educativos de la UP. Como he explicado en esta serie de artículos, dividimos la inteligencia en dos niveles funcionales: inteligencia generadora (que actúa de manera no consciente) e inteligencia ejecutiva (que dirige la acción a partir de la experiencia consciente). Pues bien, ambas funciones mejoran su eficacia gracias a la adquisición de hábitos, sean generadores o ejecutivos. Podemos mejorar las ocurrencias de un niño si conseguimos que adquiera el hábito de producir buenas ocurrencias. Podemos conseguir que tenga mejores respuestas emocionales, si logramos que adquiera hábitos emocionales adecuados. Y podemos mejorar sus funciones ejecutivas mediante el fomento de las virtudes de la acción.
En los últimos años, la neurociencia y la psicología se han interesado mucho por el tema de los hábitos, de cómo se adquieren y de cómo pueden cambiarse. Las investigaciones de Larry Squire han mostrado que el cerebro tiende a formar hábitos para ahorrar esfuerzos. Al observar cómo una rata aprendía a encontrar un cebo en un laberinto vieron que al principio los ganglios basales trabajaban mucho y, luego, cuando la rata conocía la trayectoria, su actividad disminuía. Si dejamos que utilice sus mecanismos, el cerebro intentará convertir casi todas las rutinas en un hábito, porque así ahorra energía. La capacidad de adquirir hábitos complejos se mantiene incluso en personas que sufren grandes daños en su memoria. También sabemos que los mecanismos subconscientes del hábito influyen en infinidad de decisiones que parecen ser fruto de un pensamiento bien razonado pero que, en realidad, están bajo la influencia de impulsos que la mayoría de nosotros apenas conocemos o comprendemos. (Knowlton, Mangels y Esquire, 1996, Bayley, Frascino y Squire, 2005). Daniel Kahnemann distingue dos sistemas en el cerebro. El sistema 1 actúa automáticamente, mientras que el número 2 se halla siempre en un confortable modo de mínimo esfuerzo en el que sólo emplea una pequeña parte de su capacidad. Cuando el sistema 1 se encuentra en dificultad, pide al sistema 2 que le proporcione una solución más detallada (Kahnemann, 2012).
La neurología del hábito nos proporciona datos interesantes. La repetición establece una rutina que se desencadena al aparecer una señal, y que permite alcanzar un premio que actúa como reforzador. El concepto de hábito es análogo al concepto de “modelado” en la psicología conductista. Cuando hablamos de “adquisición de una conducta” estamos re – riéndonos al establecimiento de un hábito. En este caso, el electroencefalograma presenta dos picos y un valle. El primer pico es el momento en que el cerebro decide entregar la acción a un hábito; el segundo, cuando consigue la recompensa. Cuando el hábito se ha establecido, la señal y la recompensa se superponen, produciendo un fuerte sentimiento de deseo y de expectación. Eso es lo que da fuerza al hábito (Schultz, 2006). “Los hábitos especialmente fuertes producen reacciones similares a las adicciones, de modo que desear se convierte en un ansia obsesiva que puede obligar a nuestro cerebro a poner el piloto automático incluso en presencia de fuertes factores disuasorios como perder la reputación en el trabajo, el hogar o la familia” (Robinson y Berridge, 1993). Los hábitos establecen rutinas estables. Estas rutinas neurológicas pueden referirse a aspectoscognitivos (el experto tiene mejor memoria para los datos de su especialidad), emocionales (los hábitos afectivos determinan las respuestas emocionales), ejecutivos (la perseverancia, la voluntad, el mantenimiento de las metas, las virtudes morales) ymotores (las habilidades físicas). El conjunto de esos hábitos es lo que denomino “personalidad aprendida” (Marina, 2010).
Ante la importancia educativa que damos a los automatismos conseguidos a través de los hábitos puede elevarse una seria objeción. El hábito o los automatismos limitan la libertad, son el triunfo de la inercia y la rutina. Si queremos educar personas libres, tendremos que eliminar los hábitos e instaurar laespontaneidad. Este asunto ha sido tema de debate continuo, sobre todo en la filosofía y la psicológica francesa. Según Rousseau, “el único hábito que se debe inculcar a un niño es el de no adquirir ninguno”. Los hábitos pueden fijar mi vida afectiva y mi vida intelectual. Para los psicoanalistas, las neurosis son hábitos mórbidos. Psicoanalizando las facultades intelectuales, Bachelard denuncia el factor de inercia que hace que una idea nos parezca evidente cuando es muy familiar. Kahneman también ha estudiado el peligro de los sesgos cognitivos que provoca la familiaridad. El hábito constituye un “obstáculo epistemológico” temible. “Los grandes sabios –comenta Bachelard– son útiles a la ciencia en la primera mitad de su vida, y perjudiciales en su segunda mitad”. Einstein afirmaba que Faraday debía parte de su genio a la insuficiencia de sus conocimientos escolares. Su potencia de intuición no había sido paralizada por los hábitos intelectuales que se adquieren durante la formación universitaria.
Pero otros tantos autores han sido tenaces críticos de esta concepción reductora del hábito. Maine de Biran distinguía entre hábitos activos y costumbres pasivas. Para Ravaisson, el hábito es el punto de encuentro del espíritu y la materia. Es una vuelta “de la libertad a la naturaleza”. En efecto, en el origen del hábito puede haber la idea de un movimiento a realizar. Así sucede en todos los que son fruto de un proyecto personal. Los movimientos de un bailarín son primero una idea en la mente del coreógrafo. La bailarina va a materializarla. La idea se convierte en cuerpo, la voluntad en naturaleza. Nuestros hábitos más comunes son automatismos que la inteligencia y la consciencia han querido, en los que se han encarnado. Cuando se ha adquirido el habito, el cuerpo cesa de ser un obstáculo, se convierte en un intérprete, un espejo, de la idea, “El cuerpo –dice Hegel– se encuentra penetrado por el alma. Se convierte en su instrumento, dejándose penetrar a la manera de un fluido”. Por el hábito poseo mi cuerpo, como indica la palabra habere (tener) de donde deriva.
El enfrentamiento de opiniones se explica porque los hábitos son ambivalentes. Pueden adquirirse involuntariamente pero, incluso si son obra de mi voluntad, esta puede ser anulada por ellos. La voluntad, si no se encarnase en hábitos precisos, solo sería un deseo impotente. Pero, al mismo tiempo, esos mismos hábitos pueden volverse contra ella porque pueden aprisionarla. Las reglas pueden convertir la moral en una rutina. El derecho puede paralizar la justicia. El hábito da un cuerpo a la creatividad, pero la rutina puede permanecer aunque la creatividad desaparezca (Huisman y Vergez, 1963).
Esta ambivalencia de los hábitos hace imprescindible elaborar desde el punto de vista educativo una “teoría integral de los hábitos”. La pedagogía se enfrenta a la necesidad de fomentar la adquisición de hábitos (Duhigg, 2012). Pero adquirir un hábito no es repetir, consolidar, sino inventar, progresar. La educación también tiene que facilitar una adecuada jerarquía de hábitos. Las acciones –escriben Shallice y Cooper– están estructuradas jerárquicamente mediante esquemas. Un esquema es activado: 1)por un estímulo exterior; 2) por un esquema de superior nivel; y 3)por la intención del agente (Shallice y Cooper, 2011). Una de las astucias de la inteligencia humana es que con esquemas elementales los puede realizar proyectos muy creadores. Es lo que he llamando “bucle prodigioso”. Las creencias son un hábito, pero el pensamiento crítico sobre las creencias o la búsqueda sistemática de novedades, también (Marina, 2012). Los hábitos son un mecanismo de la inteligencia para ampliar su e ciencia. Al automatizar las funciones, permiten realizarlas con más facilidad y menos gasto de energía. Si no tuviéramos hábitos automáticos, atarnos los zapatos nos llevaría una mañana entera. Sin embargo, para no caer en automatismos inertes, podemos adquirir hábitos flexibles, monitorizados por la inteligencia ejecutiva, que se encargará de evaluarlos, y en caso necesario intentará cambiarlos. Todas las actividades mentales se pueden convertir en hábitos. Hay un hábito de la rutina, pero también hay un hábito de la creatividad. Hay un hábito de la dependencia, pero también hay un hábito de la rebelión. El lenguaje nos sirve de ejemplo para mostrar que las conductas innovadoras tienen que basarse en automatismos muy rigurosos. Sólo cuando dominamos bien los mecanismos lingüísticos podemos intentar ser brillantes o ingeniosos hablando. “A medida que se realiza mejor un movimiento, la intención se dirige a totalidades cada vez mas vastas, y se empieza a focalizar solo en ellas; con cada progreso del hábito, las vinculaciones internas ya no exigen atención particular, se funden en la focalización global y esta se subordina a las señales y a los fines de la acción que son los únicos remarcados” (Ricoeur, 1986).
Las creencias, las destrezas, las redes de la memoria, los estilos motivacionales, los hábitos afectivos, las habilidades musculares, las virtudes y los vicios son hábitos. “Lo que sé intelectualmente –dice Ricoeur– no me está presente de manera distinta a lo que sé hacer con mi cuerpo. Por ejemplo, para leer un libro de filosofía movilizo mis hábitos intelectuales”. “El saber no es lo que pienso, sino aquello mediante lo cual pienso. Los hábitos son un potencial que sirve de punto de apoyo a la reflexión y a la voluntad para un nuevo salto” (Ricoeur 1986).
A continuación mencionaré algunos hábitos que la educación debe fomentar, y cuya metodología hemos incorporado en los programas de la UP.
Hábitos cognitivos: “El saber surge del hábito”, escribe Ricoeur. También, por lo tanto, las creencias básicas, que tanta importancia tienen en nuestras vidas. Todos elaboramos un mapa personal del mundo, a partir del cual interpretamos lo que nos sucede. Es un conjunto de creencias frecuentemente implícitas, pero que influyen en nuestra acción. “Lo que hacemos en el mundo –escribe Claxton– depende de lo que creemos que es el mundo” (Claxton, 1995). Pretendemos ayudar al niño a que configure una representación del mundo verdadera, acogedora, llena de posibilidades.
Hábitos de pensamiento: incluimos la educación de la atención, destrezas del pensamiento (capacidad de elaborar conceptos, clasificar y establecer relaciones, desplegar secuencias lógicas, hacer inferencias y deducciones, etc.), destrezas de la creatividad (generar posibilidades alternativas, combinarlas), destrezas para evaluar si una idea es razonable (evaluar la información básica, evaluar las inferencias), destrezas para resolver problemas y tomar decisiones (Swartz y cols., 2008). Cada ciencia desarrolla hábitos científicos especializados que hay que enseñar. Descartes escribe: “Me parece que sólo puede haber dos cosas requeridas para estar siempre dispuestos a juzgar bien: una es el conocimiento de la verdad, la otra el hábito que hace que uno recuerde y acceda a ese conocimiento todas las veces que se presente la ocasión”.
Hábitos afectivos: vitalidad, seguridad en sí mismo, capacidad de disfrutar con lo bueno y de soportar lo malo, optimismo, sociabilidad, resiliencia.
Hábitos ejecutivos: hemos identificado ocho funciones ejecutivas, cada una de las cuales se establecen como hábitos:
1. inhibir la respuesta para no dejarse llevar por la impulsividad
2. dirigir la atención, poder concentrarse en una tarea, y saber evitar las distracciones;
3. control emocional: la capacidad para resistir los movimientos emocionales que perturban la acción;
4. planificación y organización de metas;
5. inicio y mantenimiento de la acción. Hay niños y adultos que son muy lentos en comenzar una tarea o en mantenerla;
6. flexibilidad, es decir, la capacidad de cambiar de estrategia, de aprender cosas nuevas o de aprender de los errores;
7. manejo de la memoria de trabajo para aprovechar los conocimientos que se tienen;
8. manejo de la metacognición, que consiste en reflexionar sobre nuestro modo de pensar o de actuar, con la intención de mejorarlo (Marina, 2012).
Hábitos éticos: las investigaciones transculturales realizadas en los últimos años han mostrado que, por debajo de diferencias religiosas o ideológicas, hay una serie de virtudes valoradas en todas las sociedades: la prudencia, la fortaleza, la justicia, la solidaridad, la templanza, y un sentido de transcendencia. Todas ellas son hábitos operativos, es decir, que inclinan a la acción y la favorecen.(Petersen y Seligman, 2004).
La pedagogía del hábito se culmina en la educación del carácter. Carácter es el conjunto de hábitos adquiridos por una persona. Por ello, en la UP consideramos que la educación tiene dos aspectos fundamentales: instrucción y formación del carácter. La base teórica es un concepto de personalidad más rico que el utilizado en psicología. Ésta considera que la personalidad es el origen de los comportamientos. Nos parece más adecuado considerar que la personalidad es una creación del comportamiento, una tarea, una meta. Por ello, distinguimos entrepersonalidad heredada (temperamento), personalidad aprendida (carácter) y personalidad elegida (proyecto personal). Lo importante es que el niño adquiera un carácter rico en destrezas y competencias, a partir del cual pueda definir su propia personalidad (Ohlin, y cols., 1999, Lickona, 1991, Hernández-Sampelayo, 2007).
La educación, pues, en su sentido más profundo de ampliar los poderes de la inteligencia y la capacidad de creación del ser humano es, siempre, una adquisición de hábitos adecuados.
Fuente: José Antonio Marina
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