GRUPO BAMBU

26/7/14

DISCULPAR o PERDONAR es lo mismo?

DISCULPAR o PERDONAR es lo mismo?
Hay una diferencia central entre disculpar y perdonar, y obviamente entre pedir disculpas y pedir perdón, la diferencia radica en la justificación: Cuando uno pide disculpas esto va acompañado de justificaciones y excusas, entonces lo que realmente está pasando es que uno trata de evitar las consecuencias negativas sin asumir la responsabilidad.
La justificación es una explicación para lo que haga o lo que hizo, y mientras esa justificación o explicación o excusa esté ahí, la persona no se enfrentará al arrepentimiento que es necesario para el poder pedir perdón y para ser perdonado.
En otras palabras decir: “Perdóname por haberte lastimado, es que yo en verdad no sabía que eso te iba a doler” no es pedir perdón, es pedir disculpas, aunque diga “perdóname”, porque estás diciendo que lo sientes, pero tienes una justificación que te salva de la responsabilidad, y es que tú “no sabías” o “no tenías la intención”.
El problema para el que pide disculpas es que dentro de la disculpa hay siempre una falla… no sabías, ¿y por qué no sabías?… bueno, no es que no sabía es que no pensé… ¿y por qué no pensaste?… ¡¡¡porque soy sólo un humano!!!… yo también soy sólo un humano, pero no lo digo así.
Si la excusa falla se requerirá de otra que apuntale la primera y así sucesivamente, entonces se va tejiendo una red de mentiras alrededor del hecho para simplemente justificarlo y no aceptar verdaderamente la responsabilidad. Este juego mental implica alternar entre estados de angustia y tranquilidad durante todo el tiempo en el que se sostenga el conflicto, y esto es agotador, si la persona asumiera y dijera de corazón: “Sí, es mi culpa, en serio es toda mi culpa, y estoy arrepentido, y ahora que lo dije haré todo lo que pueda para reparar las cosas”. Se sentiría muy aliviado.
Es importante que notes que en el caso del pedir perdón uno ve el daño que ha hecho y dice: “Perdóname”… no dice “yo sabía” o “yo no sabía”, porque se comprende que el saber o el no saber no es justificación de nada, ni siquiera se dice: “sé que no tengo justificación”. Es un asunto de asumir la responsabilidad, y como responsabilidad es habilidad de responder, es responder por los errores, asumir las consecuencias y hacer las reparaciones, eso es pedir perdón.
Ahora, si miramos al otro lado de la ecuación uno debe comprender que perdonar es también algo diferente de disculpar. La diferencia entre una cosa y la otra es exactamente la misma: Las justificaciones o excusas.
Cuando uno disculpa lo hace como un ejercicio mental, uno acepta las excusas de la persona que las ofrece o crea una justificación propia. Entonces si uno dice: “te perdono por esto”, en realidad no está perdonando, está disculpando aunque en la oración diga “te perdono”. En cambio, cuando uno perdona es algo que ocurre de modo espontáneo y natural, es algo que sucede solo, como todas las cosas de la naturaleza, es algo de adentro, y es sin justificación, ni explicación ni elaboración mental.
Del Libro “El Otro Secreto” de Shri Khaishvara Satyam

6/7/14

Las indicaciones positivas son mejores que las negativas,

o olvides
Nuestro cerebro procesa el lenguaje de formas misteriosas. Conocer las particularidades de nuestro cerebro puede ser muy útil para cuando queremos dominar nuestras acciones y ayudar a otros, por lo que a continuación enumeraremos algunos trucos provenientes del estudio de la psicología y la hipnosis para conseguir mejores resultados en el momento de comunicarnos:
· Ser conciso. Al cerebro no le gustan muchas palabras cortas. Por ejemplo, si queremos sugerirle a nuestro cerebro que relaje nuestro cuerpo, sería mejor cerrar los ojos y pensar: “Me relajo cada vez un poco más”; en lugar de pensar: “En este momento, estoy relajando todos y cada uno de mis músculos”. El cerebro prefiere ir al grano y no abundar en detalles.
· Usar gerundios. Al parecer, el cerebro responde mejor a esta clase de palabras y no a las frases imperativas. Por ejemplo: “Nos vamos relajando…”.
· Ser positivos. Al cerebro parecen no gustarle las oraciones negativas, aparentemente, parece que no registra palabras tales como “no”, “nunca”, “jamás”, entre otras. Esto trae como consecuencia un resultado muy interesante: si salimos a la mañana de nuestras casas apurados y nos decimos: “No debo olvidarme el libro”, es muy probable que nuestro cerebro nos devuelva el mensaje en positivo: “Debo olvidarme el libro”. Si consideramos que cierto tema “no es un problema”, el cerebro elimina el “no” y se concentra en “es un problema”. Si cuando nos preguntan: “¿Cómo estuvo nuestro día?”, respondemos: “Nada mal”, eso nos impide generar felicidad.
· Usar las etiquetas con cuidado. Nuestro cerebro tiene una predilección por las etiquetas. Cuando hacemos uso de una etiqueta en una oración el cerebro automáticamente capta eso como la parte esencial del mensaje, lo cual puede llevar a entenderlo de manera distorsionada respecto de la versión original. Por ejemplo, al decirle a un niño: “Le hablaste de manera muy despectiva a tu hermana”, él lo entenderá como: “Eres muy despectivo”. Esto ocurre porque la palabra “despectivo” era la única palabra que podía entenderse como etiqueta en la oración, y por ende, es la única que el cerebro utiliza para resumir el mensaje. Todo el resto de la información simplemente desaparece.

El impacto de la comunicación familiar




Como padres, estos consejos pueden resultar muy útiles. Por ejemplo, si queremos que nuestros hijos bajen el tono de voz, sería más efectivo usar la estrategia de los gerundios, diciendo algo como “Vamos hablando más despacio, por favor”; en vez de decir: “¿Puedes bajar la voz?”.
También, debemos recordar que el cerebro responde mejor a las instrucciones cortas. “Vamos caminando más despacio” es mejor que decir “Chicos, por favor podrían dejar de correr y caminen más despacio”. Además, esta frase resulta más efectiva que su versión imperativa “Dejen de correr”.
Las indicaciones positivas son mejores que las negativas, lo cual es muy importante para hablarles a los niños. Decirle “Acuérdate de llevar tu almuerzo” resulta más efectivo que “No te olvides de llevar tu almuerzo”.
Del mismo modo, resulta útil reemplazar frases tales como “Nada mal” o “No hay problema”, por “Muy bien”, “Qué alegría”, “Fue un placer ayudarte”. Estas frases le proporcionan al oyente una energía mucho más positiva.
Las palabras de aliento pueden resultar muy útiles. Por ejemplo, si nuestro hijo nos dice “Esta tarea va a ser muy difícil”, la respuesta que solemos darle es “Ya verás, va a ser sencilla”. En realidad, deberíamos decirle algo así como “Déjate sorprender por la tarea, quizá sea más fácil de lo que piensas”. De esta forma, es probable que obtengamos mejores resultados tanto nosotros como nuestros hijos. Cuando usamos palabras como “permitir”, “sorprender”, “quizá” estamos ayudando a nuestro cerebro a incorporar información, mientras que si decimos “ya verás” o “será fácil” estamos fomentando la resistencia y la discusión.
Con respecto a las etiquetas negativas, una regla familiar muy útil es la siguiente: “Nunca utilizar etiquetas negativas en ninguna frase”. En vez de decir “Fuiste muy despectivo con tu hermana”, intentemos cambiarlo por “Deberías ser más amable con tu hermana”. La palabra “amable” tendrá más efecto en el cerebro de nuestro hijo y lo ayudará a poner en práctica ese tipo de actitudes en el futuro.

Consejos de nuestros sabios




Elegir las palabras correctas es parte de la tradición judía desde hace mucho tiempo. Cada palabra que decimos tiene un efecto muy poderoso sobre nosotros, sobre nuestros seres queridos, sobre la comunidad y hasta sobre el universo. Nuestros sabios nos aconsejan “Pensar lo que vamos a decir antes de decirlo”. Cuanto más sepamos sobre cómo procesamos y recibimos las palabras, más cuidadosos seremos al elegirlas para conseguir nuestros objetivos.
POR SARAH CHANA RADCLIFFE